"Adolescencia y brechas: pensar los vínculos en una época
incierta"

La serie Adolescencia, sobre la que ya se han hecho muchos comentarios desde distintos ángulos —algunos muy interesantes—, ofrece un valioso aporte: pone en evidencia temas muy actuales en torno a la vida adolescente, especialmente en lo que refiere a sus lazos sociales y familiares.
Más allá de sus virtudes técnicas —como los planos secuencia, que permiten al espectador sentirse inmerso como testigo privilegiado del drama y de la investigación—, de las excelentes actuaciones y del guion sutil que atrapa desde el primer momento, me interesa detenerme en un aspecto específico de los muchos que pueden analizarse en esta obra.
Quisiera hacer un breve comentario sobre lo que tradicionalmente se ha llamado brecha generacional, esa distancia que de una u otra forma hemos experimentado todos, ya sea como hijos, como padres o simplemente como parte de la sociedad que nos toca vivir.
En la serie, esta brecha se vuelve palpable en la familia del protagonista. Los padres no pueden creer lo que ha sucedido. Se preguntan qué hicieron mal para que su hijo terminara convertido en un asesino. Lo comparan con su hija, a quien consideran “normal”, “adaptada”. Pero no alcanzan a comprender qué fue lo que falló.
También aparece esta distancia generacional en la figura del policía que lleva adelante la investigación. A medida que se involucra con el caso, empieza a preguntarse por su propio hijo. Detecta cierto malestar en él y decide acercarse, quizás empujado por el efecto que tiene en él todo lo que va descubriendo. Incluso su breve estadía en el colegio, un espacio que apenas tolera, parece despertar algo en él.
La adolescencia —entendida como un síntoma de la pubertad—siempre existió, tanto en la modernidad como en la postmodernidad. El bullying, también. Lo que cambia es el modo en que jóvenes y adultos deben enfrentar estas situaciones. Y lo hacen hoy en un campo de batalla mucho más complejo.
La época en que vivimos es una variable que los analistas no podemos ignorar.
Ya lo advertía Jacques Lacan desde temprano: hay ciertos significantes privilegiados que marcan el compás de cada tiempo y deben ser tenidos muy en cuenta a la hora de nuestra práctica clínica. Y hoy en día, tanto jóvenes como padres se desarrollan en un contexto marcado por transformaciones profundas, difíciles de leer y aún más difíciles de acompañar.
En la serie, el hijo del policía se sorprende por la ignorancia de su padre respecto a lo que vive. Motivado por la vergüenza que le produce su desconexión, le da una pequeña clase de actualidad. Esa escena encierra algo clave: los adultos muchas veces no logran leer el mundo que sus hijos habitan.

Vivimos en una época de desorientación, marcada por la caída de los grandes ideales y de las figuras tradicionales de autoridad. Lacan denominó a este discurso prevalente en nuestra época el discurso capitalista: un discurso sin castración, es decir, sin límites, donde el sujeto queda atrapado en un bucle infinito de consumo, movido por los objetos que el mercado ofrece sin descanso (1)
Hoy, las brújulas que guiaban ya no funcionan igual. A los padres del
protagonista, al policía, y a todos nosotros como adultos, nos cuesta
orientarnos. Vivimos con poco tiempo para detenernos a conversar, estamos cansados, inmersos en una sociedad de la performance, empujados —como empresarios de nosotros mismos— a alcanzar logros cada vez mayores. Un exceso de positividad, al decir del filósofo coreano Byung-Chul Han.
Esto comenzó a gestarse a fines del siglo XIX, cuando el capitalismo todavía no afectaba de forma drástica los lazos familiares, pero se fue profundizando con la precarización laboral. Estas condiciones —junto a otras coordenadas subjetivas singulares— pueden llevar a los sujetos a caer del discurso y llegar al pasaje al acto, como plantea Lacan en su Seminario XVIII.
Eso ocurre en el mundo adulto. ¿Qué puede esperarse del mundo adolescente, donde deben acomodarse a los cambios corporales, al empuje de la sexualidad, a las perspectivas de un futuro incierto y, sobre todo, a la expectativa de ser amados —una expectativa que muchas veces se frustra?
Y eso no es todo. Falta un ingrediente muy importante que dejamos para el final: Las redes sociales, que viralizan expresiones, tendencias y modos de gozar. En ellas, todos parecen vivir rebosantes de felicidad. Adultos y jóvenes participamos de lo que Han denomina Infocracia: “un régimen de la información como una forma de dominio, en la que la información y su procesamiento mediante algoritmos y la inteligencia artificial determinan de modo decisivo los procesos sociales, económicos y políticos” (2). Esto constituye todo un capítulo aparte.
Los jóvenes participan de esa “otra realidad”, que no es un simple
complemento: es parte fundamental de su vida, especialmente para quienes nacieron en la era digital. Se podría decir que tiene una eficacia formadora. El psicoanalista José Ramón Ubieto se refiere a este fenómeno como “el estadio de la pantalla”, jugando con la noción de “estadio del espejo”, etapa constitutiva del psiquismo.
Por ejemplo, para un adolescente, publicar algo en su Instagram y no recibir un like de su mejor amigo o amiga puede afectarlo profundamente. Puede interpretar que ese vínculo se enfría, que lo están dejando de lado, que algo está mal. Es una herida narcisista inmediata, visible, amplificada. Y tiene que lidiar con esto. Como este hay miles de ejemplos.
El bullying, por ejemplo, hace tiempo dejó de quedar acotado a los límites espacio-temporales del colegio. Ahora continúa en las redes. Los escraches digitales están a la orden del día, y pueden significar aislamiento, humillación o violencia simbólica, como ocurre en la serie con el protagonista.
Adultos, atención a los discursos a los que adolescentes, niñas y niños quedan expuestos en su soledad. Las redes son espacios donde canalizan sus angustias, frustraciones, inquietudes y deseos. A veces, por comodidad, los adultos dejamos que pasen horas frente a las pantallas sin tener idea de que universo habitan. Esa actitud solo contribuye a agrandar la brecha.
Al menos, deberíamos estar advertidos. ¿Sabemos a qué se refiere la “ley del 80/20” que se menciona en la serie y que afecta al personaje principal? ¿Conocemos quién es Andrew Tate y qué predica (también mencionado al pasar y con miles de seguidores en las redes)? ¿Y a qué alude el término “incels” que usan para etiquetar al protagonista? ¿Y las tribus como los MGTOW que habitan la manósfera? Y tantas otras. ¿Conversamos sobre estas cuestiones en ámbitos apropiados? Suficiente con este test por ahora... podríamos seguir!
Ni el control panóptico ni el desentenderse por comodidad. No hay garantías.
Pero los adultos también debemos saber qué píldora elegir a la hora de enfrentar esa brecha generacional, que es imborrable, sí, pero que puede ser abordada con mayor lucidez y responsabilidad.

Lic. Alvar Piraval - Psicoanalista miembro de Red Almafuerte.

(1) Lacan distingue en principio cuatro discursos que articulan cuatro componentes (S1, S2, a y Sujeto barrado) que se distribuyen en cuatro lugares. Los cuatro discursos son el del Amo, el Histérico, el universitario y el del analista. Luego agrega un quinto discurso que denomina el discurso capitalista.
(2) Byung-Chul Han, Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia, trad. Javier Chamorro Mielke (Madrid: Taurus, 2022), 9

 

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"¿Existe la prevención en Salud Mental?"
¿Cuándo realizar un tratamiento?. Es importante considerar que lo que orienta nuestras consultas es el sufrimiento.
En relación a lo mental, ya sea que éste irrumpa de improviso como una molestia o
sea la expresión de un esfuerzo de vivir con dolor que puede llevar a un punto de
intolerancia.

En el primer caso, algo irrumpe como un segundo tiempo de un acontecimiento
que hasta puede estar velado por el olvido y estamos en el campo del trauma.
En el segundo caso, podemos considerar que nuestras vidas van organizándose a
través de ciclos vitales y estos ciclos requieren de esfuerzos de reorganización en
las diferentes etapas de la vida y muchas veces, este esfuerzo conlleva un “dolor de
crecimiento” que pueda hacer que traspasemos o no las puertas de la nueva etapa
con más o menos dificultades.
Cuando hablamos de ciclos vitales nos referimos a que todos los seres vivos,
incluyendo al ser humano, atraviesan por periodos en el que evolucionan en forma
progresiva. Podemos simplificar diciendo que hay cuatro momentos
fundamentales: nacer, crecer, reproducirse y morir. Y en términos de edades,
infancia/niñez, adolescencia, adultez, ancianidad.

 

Lic. Liliana Cattenazzi. Psicoanalista. Coordinadora de Red Almafuerte.

Bibliografía:

  • Freud, S. - Psicopatologia de la Vida Cotidiana, Obras Completas. López Ballesteros Tomo I. Pág.629/744
  • Freud, S - Ensayos sobre la Vida Sexual y la teoria de las Neurosis, Obras Completas. Lopez Ballesteros Tomo I. Pág. 989/1004
  • Freud, S - Psicoanálisis Aplicado, Obras Completas. López Ballesteros Tomo II. Pág 1043/1136
  • Fleischer, D. - Clínica de las transformaciones familiares, Serie Temps. Grama Ediciones. 2004
  • Laurent, E - Los objetos de la pasión, Tres Haches Editorial. 2015

 

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"¿Quiénes son nuestros pacientes?"
Hay un importante cambio en los consultantes actuales que llegan a la clínica. Es indudable que la presentación de los pacientes - a medida que vamos escuchando sus motivos de la consulta - van cambiando a la luz de la subjetividad de la época.
Los grandes enseñantes del Psicoanálisis ya lo hablan determinado, "los síntomas acompañan lo epocal"
En la actualidad y de acuerdo a lo que escuchamos en nuestra práctica, la incertidumbre y los cambios bruscos caracterizan la cotidianeidad de nuestras vidas.
Tal vez en un primer momento debamos llegar a ciertos puntos de acuerdo.
¿Qué es un síntoma?.
Un síntoma es una metáfora armada por el lenguaje. Lenguaje atravesado por la época. Decimos lenguaje pero en realidad deberíamos decir 'lalangue' pues esta expresión caracteriza el idioma en el que se amalgama  nuestro decir cuando superamos la infancia. Nuestra lengua de origen, cualquiera sea, con la que se inscribieron las primeras marcas.
¿Cuáles fueron esas primeras palabras/significantes que quien nos materno, inscribió en nosotros?
En las primeras entrevistas, surge entonces lo que podemos llamar el juego significante'. Palabras, recortes de palabras , frases que se repiten y también algunas preguntas..."¿Qué me pasa?"..." Yo no sé qué hacer con ésto...", "... ¿Por qué no puedo?..."
En relación a los niños y adolescentes por ejemplo, las fobias ya han pasado de moda.  Ahora son impulsivos, hiperkinéticos, con problemas de atención y con presencia importante del cuerpo pues se enferman, se accidentan, es decir, portan un cuerpo que siempre está en riesgo.
De forma tal que muchos de quienes consultan se presentan con angustia, ubicándonos en una posición de Sujeto Supuesto Saber. Es decir, en una ilusión de que nosotros somos quienes tenemos la fórmula para poder ayudarlos a enfrentar tales sufrimientos.
La época nos presenta multiplicidad de circunstancias en la trama que cada paciente desarrolla y es necesario volver a releer conceptos y consideraciones de los viejos maestros, hoy más que nunca.
Imaginarizo a Freud en su grandeza -  neurólogo en una ciudad pequeña, obligado a mantener a su familia con exiguos honorarios -  organizando un sistema de pensamiento que llega hasta nuestros días casi intacto, para acompañar nuestra clínica. Pensar en esa época, en la pulsión y sus destinos, descubrir a través de su clínica y sus propios sueños, un catálogo de modos de vivir la sexualidad que hoy, cual caja de Pandora nos explota en el consultorio y nos exige reveer cotidianamente nuestra práctica.
Para concluir,  nuestros pacientes pueden presentarse a través de síntomas. Síntomas en su cuerpo, su vida familiar, en lo relacional...pero, también existe en la actualidad, otro modo de presentación que es por su modo de ser/hacer con los objetos - en una amplia gama de ellos. Esto nos exige profundizar en otros dos conceptos, el goce y la pulsión.

 

Lic. Liliana Cattenazzi. Psicoanalista. Coordinadora de Red Almafuerte.

Bibliografía:

  • Assoun,P - El fetichismo Nueva Vision Editores. 2014
  • Byung-Chul Han - La agonia del Eros, Herder Editores. 2014
  • Laurent, E - Los objetos de la pasión, Tres Haches Editorial. 2015
  • Freud, S. -- Una Teoria Sexual , Obras Completas López Ballesteros Tomo I Pág.772/ 812
  • Freud, S. - La Pulsion y sus destinos (1915) Obras Completas López Ballesteros Tomo III Pág 1280/1310
  • Freud, S. Escritos sobre la Cocaina Seleccion Editorial Anagrama. 1980
  • Milot, C - Exsexo Ensayo sobre el transexualismo, Catalogos - Paradiso Point Hors Ligne. 1994
  • Beltrán, Mauricio - Clases del Seminario "El síntoma. Un recorrido de Freud a Lacan". Red Almafuerte. 2024.

 


 

"Acerca de constancias y certificaciones"

 

Al comenzar cualquier tipo de actividad, ya sea académica o laboral, se nos requieren ciertas clases de evaluaciones según la complejidad de lo que estemos iniciando. Es necesario contar entonces con profesionales calificados que puedan extender dichas certificaciones.
Por lo general, se requieren entrevistas personalizadas en una cantidad necesaria, para poder obtener los mejores resultados. Como Red de profesionales que se desempeñan en distintas regiones, ofrecemos poder realizarlas con la rapidez y eficiencia que se requieran. Estas entrevistas, que expresan el principio y el final del encuentro con un profesional de Salud Mental, pueden significar el inicio de una carrera importante para nosotros o la posibilidad de acceso a un trabajo.
Cualquiera sea la razón que nos motive, es preciso realizarlas en un ámbito que nos asegure seguridad y confiabilidad. En el caso de nuestra red, estamos convencidos de poder brindar este servicio.

 

Lic. Liliana Cattenazzi. Psicoanalista. Coordinadora de Red Almafuerte.

 


 

Las marcas de cada uno"

 

Estrés es un significante, que el discurso contemporáneo ha universalizado para denominar un padecimiento actual. Rápidamente se ha convertido en un vocablo de uso frecuente en las conversaciones cotidianas. Todos en algún momento hemos dicho o hemos escuchado de otro la frase “estoy estresado”. El concepto de estrés fue importado de la fisiología por el canadiense Selyes en 1956, y desde entonces sufrió algunas variaciones en cuanto a sus causas o su origen pero, en definitiva, siempre se lo ha utilizado para referirse a un exceso, un desbalance entre una cantidad de emoción o de estímulo ambientales que resulta imposible evitar y controlar y ciertos recursos que poseería el individuo para afrontarlo.

Se han descripto variados efectos del estrés: desde los que se manifiestan en el plano llamado psíquico, como preocupaciones, ansiedad o dificultad para la toma de decisiones, o efectos motores, como tartamudeo, temblores o el hablar rápido, y también algunos que afectan directamente al cuerpo, enfermándolo, como la falta de aire, taquicardia, sudoración excesiva, cefaleas, mareos, entre otros.

El estrés laboral, denominación heredera de la anterior, se refiere a una localización particular de estos padecimientos cuando su origen puede circunscribirse al ámbito del trabajo. En este caso se lo suele atribuir tanto a un ambiente laboral tóxico como a la responsabilidad propia de quien lo padece. Sea como fuere, las noticias recientes describen las consecuencias trágicas que ha tenido para muchos trabajadores de multinacionales europeas y reportan que el número de afectados en el mundo está lejos de ir en disminución.

Innumerables recetas y soluciones son ofrecidas por distintas disciplinas. Una corta visita a la web basta para advertir el amplio espectro de alternativas y de estrategias aconsejadas para el conjunto de los sujetos “estresados”. Entre las más nombradas están los ejercicios de relajación, los spa, los cambios de hábitos de vida, los complejos vitamínicos, las técnicas de autocontrol o el uso de psicofármacos.

En relación con el trabajo, se plantea que la ruptura de este supuesto equilibrio entre los estímulos del ambiente y la capacidad de afrontarlos puede llevar a la disminución del rendimiento laboral, y se considera que éste debe ser restablecido con premura, sin tener en cuenta el modo singular en que cada individuo reacciona a las tensiones que le plantea su actividad o su ambiente laboral.

Ocurre que estas soluciones universales, estándar, si bien no son descartables, no suelen proporcionar los resultados esperados cuando son ofrecidas como salidas excluyentes con resultados garantizados. En estos casos los intentos de restablecer la tan urgente “normalidad” suelen tener éxitos solo transitorios, y los sufrimientos vuelven a presentarse.

El sujeto posmoderno recibe así una vez más un empuje a la masificación, a una respuesta común que no atiende a su singularidad. Bauman señaló que el concepto que se tiene de la “individualidad” en el mundo posmoderno está paradójicamente relacionado con lo que llama el “espíritu de masa”, ya que hoy ser un individuo, diferenciarse, significa ni más ni menos que ser idéntico a los demás de un grupo.

De esta manera, las soluciones ofrecidas son generales, porque se parte de la base de que pertenecer al conjunto de “estresados por el trabajo” puede resultar un común denominador que otorgue identidad. Pero esto no hace otra cosa que otorgar a los sujetos una falsa identidad, que termina cristalizando sus recursos y facilitando la segregación.

¿No es mejor preguntarnos entonces, ante cada caso, si realmente se trata de estrés laboral?: poner así en cuestión la consistencia de un sintagma que intenta aglutinar sufrimientos de una gran variabilidad bajo la idea “paraguas” de un trastorno único, gran candidato a integrar la codificación psiquiátrica y que se propone corregir rápidamente para recuperar una supuesta normalidad.

¿Por qué no poner el foco de la ayuda profesional en ubicar la impasse de cada sujeto que sufre, situando la manera en que cada uno ha quedado enredado en una trama tejida con las marcas de su historia y de esta manera confiar en que pueda encontrar salidas propias, singulares? En otras palabras: ¿por qué no acompañar a cada sujeto en el camino de elaborar un nuevo “saber hacer” a partir de esas marcas, sus propias marcas? Un saber hacer que no tenga que ver, necesariamente, con los ideales impuestos por el Otro social, o con los adoptados por los otros que lo aconsejan o los que se le configuran circunstancialmente como perseguidores, sino que esté en línea con su propio deseo.

Lic. Alvar Pivaral. Psicoanalista. Miembro de Red Almafuerte

 


 

"Angustia. Una señal".

En el mundo de hoy estamos empujados por el discurso 1 prevalente a que todo resulte
“divertido” útil, consumible, comprable, y que no se reflexione demasiado sobre esto.
Hemos escuchado más de una vez que si algo no es divertido no sirve. Por ejemplo, si
estás triste, estás un poco “bajoneado”, hay que sacarse eso de encima ya, en forma
urgente, hay que estar “up”. Hay una secreta obligación de estar siempre “arriba” sin
cuestionarse mucho las cosas. La tristeza no es la depresión. La tristeza y otros
afectos a veces necesitan un lugar y cumplen una función en ciertos momentos de
nuestra vida y reclaman una elaboración subjetiva y no su erradicación instantánea sin
más.
Algo parecido ocurre con la angustia. La conocemos de cerca por sus efectos sobre
nuestro cuerpo, efectos ya descriptos por Freud tempranamente en su obra.
Sudoración de las manos, opresión en el pecho, taquicardia, miedo a morir,
escalofríos, entre otros. Es ya hacia 1895 que Freud describe la sintomatología de la
llamada “neurosis de angustia”, un cuadro clínico con características parecidas a lo que
actualmente en la clasificación de los manuales DSM 2 se denomina anxiety disorder o
el panic attack que se constituyen en base a los criterios enunciados antes.
Bajo las coordenadas discursivas actuales 3 que mencionaba antes en el ejemplo de la
tristeza, prevalece una lectura del ordenamiento capitalista del angustiado, en la que
no habría nada que elaborar, donde el sujeto en cuestión no tendría nada para decir y
pensar sobre lo que le ocurre. Versión muy conveniente a la rápida administración de
una solución química, tan cercana y rápida como la farmacia (de cadena) más próxima
a su domicilio, acentuando y consolidando así su posición como consumidor de
distintos objetos ofrecidos en el mercado.
Afortunadamente hay otra lectura posible del angustiado. Freud escribe en “inhibición
síntoma y angustia”, sobre la angustia señal, como una señal en el cuerpo de que hay
algo que resolver en otro lugar. La angustia, dice el psicoanalista Jacques Lacan, es un
afecto que no engaña, que da una certeza en un mundo engañoso. A pesar de ocurrir
con gran displacer, también ofrece al sujeto una oportunidad, señala la oportunidad de
poder acceder a un camino vital distinto, de responsabilización sobre el propio deseo
de una manera más fecunda que el uso exclusivo de la mordaza química 4 . Alentamos la
posibilidad de que mediante la consulta con un psicoanalista se aproveche la
oportunidad que nos da esa señal, de poder moverse a nuevas coordenadas subjetivas,
de elaborar el displacer y comenzar a hacerse artífice de su propio destino. En ese
sentido la angustia cumple una función ética.

Lic. Alvar Pivaral. Psicoanalista. Miembro de Red Almafuerte

1 Remitirse al concepto de discurso utilizado por Jacques Lacan, en particular, el discurso capitalista.
Lacan, J. El seminario, Libro 17, El Reverso del Psicoanálisis, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1992
2 Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales.
3 Ob. Cit.
4 No rechazamos el uso de medios farmacológicos. Pensamos en un uso controlado y dosificado de
acuerdo al desarrollo de cada caso en particular.

 

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"Amor por algoritmo, o la garantía del cálculo amoroso"

El amor como ilusión de completitud
El psicoanalista Jacques Lacan, conocido por sus frases provocadoras y sus enunciados enigmáticos, formuló una de sus afirmaciones más célebres: "Il n’y a pas de rapport sexuel", que se ha traducido como "No hay relación sexual". Esta sentencia es una piedra angular de su teoría psicoanalítica y, aunque a primera vista pueda sonar desconcertante, apunta a una idea fundamental sobre la experiencia humana.
Con esta frase, Lacan subraya una ausencia, algo que no hay. Es decir, el ser humano, marcado por el lenguaje, se enfrenta a una falta estructural que lo distingue del resto de los seres vivos. No cuenta con un instinto que le
garantice una orientación clara y automática en su vida sexual y afectiva. De manera más coloquial, podríamos decir que no existe un complemento perfecto, aquello que solía llamarse "la media naranja", esa otra mitad que
encajaría sin fisuras ni conflictos.
Mientras que en el mundo animal, especialmente entre los animales salvajes, el
apareamiento sigue patrones instintivos predefinidos, en los seres humanos el
deseo y el goce están atravesados por el lenguaje y el inconsciente. Esta falta
de armonía ha sido fuente inagotable de inspiración para la literatura, el cine, la
poesía, la música y, por supuesto, para los programas de chismes en la
televisión.
Antes mencionamos que esa sentencia enfatiza lo que no hay. En su seminario
Aún, Lacan plantea el amor como una relación entre los inconscientes de dos
sujetos, una conexión que suple la falta de relación sexual.
Cuando aparece el amor, también emerge la ilusión de completitud que
atraviesa nuestra cultura desde tiempos antiguos, comenzando con el mito del
andrógino en El banquete de Platón1.
Las maniobras para establecer un vínculo amoroso han mutado a lo largo de la
historia, dando lugar a diversas estrategias para alcanzar ese objetivo.
Amor calculado
Desde hace tiempo, la tecnología juega un papel clave en todos los aspectos de nuestra vida. Interactuamos con Siri o Alexa, “googleamos” para informarnos, usamos geolocalización y permitimos que los algoritmos de diversas aplicaciones, como las redes sociales, conozcan nuestros gustos y
elecciones. Estos mismos algoritmos nos sugieren productos, servicios, contactos, cursos y nuevas cuentas a seguir. Hemos comenzado a habitar
universos híbridos2, donde lo real se entrelaza con mundos digitales en los que nos representan avatares3, cada uno adaptado a las normas de su espacio.
La tecnología, al igual que la ciencia, no posee una moral en sí misma; sin embargo, su uso siempre está orientado. En nuestra época, el capitalismo se apropia de ella e impone su propia dirección.
El filósofo Byung-Chul Han, en su libro Infocracia (cuya lectura recomiendo), se refiere al "régimen de la información" como: "La forma de dominio en que la información y su procesamiento mediante algoritmos e inteligencia artificial determinan en modo decisivo los procesos, económicos y políticos" (Han, 2021, p. 9).
Además, agrega: "En el régimen de información, el dominio se oculta fusionándose por completo
con la vida cotidiana. Se esconde por completo detrás de lo agradable de los medios sociales, la comodidad de los motores de búsqueda, las voces
arrulladoras de los asistentes de voz o la solícita servicialidad de las Smart
apps" (Han, 2021, p. 17).
El plano de los vínculos amorosos no ha sido la excepción a la influencia de la tecnología. La irrupción de la tecnología digital y la inteligencia artificial ha permitido alimentar la ilusión de una complementariedad perfecta, como si fuera posible anular o suturar el desencuentro estructural del amor.
Alain Badiou, al ser consultado por Nicolas Truong4 sobre los sitios de citas, menciona cómo se sintió interpelado al encontrarse con afiches cubriendo París con propaganda de la plataforma Meetic con eslóganes como “¡Tenga amor sin riesgo!” o “¡Usted puede enamorarse sin sufrir!”. Reflexiona sobre cómo esta lógica busca evitar “toda casualidad, todo encuentro y finalmente toda poesía existencial en nombre de la categoría fundamental de ausencia de riesgos".
Esta promesa de minizar el azar y el sufrimiento, se traduce en la proliferación de diversas aplicaciones de citas que optimizan la búsqueda del amor a través de algoritmos y selección programada. Existen múltiples plataformas, similares en su estructura, como la líder Tinder, u otras como Happn, OkCupid, Badoo, Bumble y Facebook Dating. Algunas están orientadas a nichos específicos, como Grindr, dirigida a hombres gays, bisexuales y queers, Her, destinada a mujeres LGBTQ+, o Fairytrail, que conecta a viajeros y aventureros.
Todas estas aplicaciones funcionan de manera similar. Presentan un catálogo de perfiles de posibles candidatos que los usuarios pueden explorar deslizando el dedo sobre la pantalla: hacmizaria la izquierda para rechazar y hacia la derecha para aceptar. Cada perfil incluye información sobre la persona, como preferencias, intereses, algunas imágenes y un párrafo de presentación. Esta dinámica se asemeja a la lógica de los catálogos promocionales de productos,
donde los usuarios pueden comparar características, prestaciones, precios y elegir lo que les convenga. Así, se trata de reducir el azar, la contingencia del encuentro, a una lograda compatibilidad y ubica al amor como un producto de mercado.
La información de los perfiles no solo sirve para mostrar lo que cada participante considera mejor de sí mismo, sino también para alimentar a los algoritmos que se nutren de estos datos para generar resultados cada vez más precisos. Esto es lo que se conoce como Machine Learning.
Un estudio exhaustivo de Joaquín Linne6, publicado en la web, analiza en detalle el funcionamiento de estas dating apps y resalta algunos efectos en sus usuarios:
 El fenómeno llamado “plenty of fish” (muchos peces), que genera una sensación constante de que siempre habrá un candidato mejor, eternizando la búsqueda.
 La ansiedad que produce el ghosting (clavar el visto y desaparecer como un fantasma). Corroborado en el consultorio.
 La sensación de estar jugando un videojuego, conocida como gamificación.
 La obsesión por conseguir mejores candidatos pagando la versión premium, creyendo que se accederá a perfiles superiores.
 La ansiedad de quedarse afuera de la popularidad y sociabilidad digital,
fenómeno denominado FOMO (Fear of Missing Out)7.
 La dedicación horaria a dar swipes como un trabajo, con la esperanza
de aumentar las probabilidades de un match.
Sin embargo, la mayor ilusión —y de la que más hay que estar advertido— es
creer que, gracias a algoritmos cada vez más sofisticados, se puede alcanzar
el error cero, el match perfecto, sin falla. Es vital recordar que estos algoritmos
son programas diseñados por programadores, y, como tal, están sesgados por
sus propias fantasías, preferencias e intereses. Incluso cuando son gestionados por IA. Como reflexiona Ubieto: “El ser humano no tiene el código de un algoritmo, porque incluye, de serie, el malentendido propio del lenguaje
que habla”8.
Las apps de citas… ¿Usarlas? ¡Por qué no! ¿Son útiles? En muchos casos, sí.
Se logran encuentros, conexiones y hasta relaciones. Pero es crucial no perder de vista el efecto ilusorio que generan. Porque al prometer, de algún modo, una compatibilidad perfecta, sugieren la posibilidad de hacer existir la relación
sexual que no hay.
Lic. Alvar Pivaral. Psicoanalista. Miembro de Red Almafuerte
1Aquileana. (2007, 29 de julio). El mito del andrógino. WordPress

Platón: “El Banquete”: “El Mito del Andrógino”.-


2Ubieto, J. R. y Arroyo Moliner, L., ¿Bienvenidos al metaverso? Presencia, cuerpos y avatares
en la era digital, Buenos Aires, Ned ediciones, 2022, pp. 13-17
3Stephens-Davidowitz, S. (2016, 15 de mayo). What do our online avatars reveal about us?
The New York Times. https://www.nytimes.com/2016/05/15/magazine/what-do-our-online
avatars-reveal-about-us.html
4Badiou, Alain y Truong Nicolas, Elogio del amor, Buenos Aires, Paidós, 2012, pp.16-17
5 Ibidem. Pag. 18.
6Linne, J., “‘No sos vos, es Tinder’. Gamificación, consumo, gestión cotidiana y performance en
aplicaciones de ‘levante’”, Convergencia, 2020. Recuperado en
https://convergencia.uaemex.mx/article/view/13365/10828
7Bilinkis, Santiago (2019), Guía para sobrevivir al presente: atrapados en la era digital,
Argentina: Sudamericana.
8Ubieto, J. R. y Arroyo Moliner, L., ¿Bienvenidos al metaverso? Presencia, cuerpos y avatares
en la era digital, óp. cit., p. 166

 

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